Capítulo I: Bosque de Ridú

     Justo después del atardecer una especie de aurora azul se apoderó del cielo de Yuntek, la extraordinaria luz se desplazaba lenta y fluida entre el cordón de estrellas de la tarde. El silencio congeló todo el bosque de Ridú y pareció petrificado, la luz del sol comenzó a atravesar la gigantesca mancha azul, cambiando de color la atmósfera. El pecho de Jheak se infló de un nuevo aire, él guardó la flecha que llevaba en su mano en el estuche y cruzó el arco en su espalda. Ya no tenía frío, ni hambre, se había quedado contemplando la magia del momento, casi como congelado también.  Él tenía muy buen oído. Entrenado durante años de cacerías, pero ahora no podía oír el sonido del bosque. El viento había desaparecido, ni siquiera las hojas se movían. La nieve del lugar estaba teñida de luz fría azul, que rebota en los pequeños cristales de hielo y nieve. La montaña parecía más grande o al menos a Jheak le parecía así. La contempló por largo rato, como buscando algo entre los recovecos de las rocas, admirándola, sintiéndose pequeño quizás. A lo lejos, por encima de la montaña y como un diminuto punto oscuro, pudo ver un pájaro volando en círculos, planeando con sus alas extendidas, largas. Se sorprendió y se alegró a la vez. Si él podía ver al animal, a tanta distancia, quería decir que el animal era realmente grande, tenía muy buena vista, pero primera vez que divisaba algo así. 

     La magia atrapaba todo el momento, pero él debía seguir con su trabajo, tomó las riendas de su caballo, acarició un par de veces su cuello, le tocó las largas crines y le dijo cosas en su idioma que solo el animal escuchó. Puso el pie en el estribó y montó a Huan, así se llamaba el enorme caballo negro que le había regalado su viejo padre, que ya no podía montar. Jheak miró el cielo antes de partir y eran tres los pájaros que volaban en círculos en ese momento y el azul de todo parecía más intenso. Justo cuando Huan daba su primer paso, sopló un viento tibió que remeció las pieles que vestía el jóven y el bosque silbó como un coro de suaves flautas tocando la música del viento. Otros dos pájaros pudo ver el joven cazador, mientras su caballo caminaba lento. Cinco eran total los pájaros que surcaron planeando por sobre el bosque de Ridú, cortaron el viento y se hacían cada vez mas grandes a los ojos de Jheak, parecían caer en picada sobre una presa, liderados por uno de ellos que parecía aún más grande. El azul que dominaba todo no dejaba ver sus verdaderos colores. Jheak trató de identificarlos, no sabían si eran buitres o águilas, para cualquiera de las dos especias, eran muy grandes. Los vió perderse entre los árboles, justo después de un gran chillido que choco en las montañas, trayendo y llevando ecos. Se detuvo el viento y pareciera que también el chillido detuvo el tiempo. 

    El joven no tenía miedo y creció en él una inmensa curiosidad, algo lo llamaba a seguir a los pájaros a internarse en el temido bosque de Ridú. Movió sus pies avisándole a Huan que correría, dio un grito ronco, ruido que dejó salir el vaho de su boca. Huan enterró sus patas en la nieve dura y galopó suave pero fluido internándose en el bosque, esquivo centenares de árboles milenarios cada vez más oscuros, el azul se oscurecía a cada tranco de Huan. La luz apenas cruzaba las hojas, el bosque se hacía más denso y los trancos de Huan ahora eran más cortos. Las barbas y lianas caían desde las ramas cargadas de nieve, el frío comenzó a caer junto con la noche. Jheak miró por entre las ramas hacia donde él creía que habían descendido los pájaros. Sentía que estaba cerca. El silencio vino nuevamente y Huan comenzó a pegar con su pata en el suelo. Jheak entendió que su caballo estaba asustado, apretó con fuerza las riendas. Huan se paró en sus patas traseras, relinchando y moviendo violentamente su cabeza. Jheak quería ver lo que le asustaba al animal mientras intentaba tranquilizarlo con sonidos que solo ellos entendían. Logró en parte tranquilizar al caballo.  Un crujido en un gran árbol atrapó la atención de Jheak, agudizó sus oídos y contuvo la respiración y volvió a respirar suave para escuchar mejor. Otro crujido esta vez más fuerte, le permitió identificar definitivamente el árbol. Se bajó del caballo, se acercó lento a un árbol gigante y sin soltar las riendas sacó su arco que tenía cruzado en su espalda. El árbol crujió una vez más. Jheak se acercó hasta tocarlo, ya casi sin luz, lo toco suave tratando de entender de donde venía el ruido. Hasta que vio algo que no entendía, una lanza incrustada a lo largo del tronco, se podía ver su punta y toda la vara entre la rugosa corteza del árbol, él la tocó desde la punta hacia abajo y a la mitad de ella se encontró con algo como una mano que envolvía a la vara. De pronto un crujido atrás de él que lo hizo voltear, casi como un rugido otro a la derecha y otro más allá. Huan tiraba de la rienda hacia atrás, mientras el joven trataba de tranquilizarlo, los crujidos se multiplicaron hasta hacerse incontables y el caballo relinchó en respuesta. Jheak ahora sentía temor.  Un crujido abrió el tronco del árbol, mostrando una pequeña luz desde el interior de las vetas. El joven cazador pudo ver como aparecía la cabeza de un pájaro, con largas y hermosas plumas y ojos intensamente blancos que iluminaba las sombras del bosque. Las plumas de su cabeza se dividían en otras pequeñas y en cada punta de ellas, brillaban pequeñas luces como estrellas. A la derecha salía otro pájaro y atrás de él, otro árbol más se abría crujiendo. Los azules del bosque brillaron intensamente con las luces de estos seres. 

     Ya no hubo más ruido. La cabeza de pájaro se levantó lentamente y dejó ver a un hombre tras ella, con su cara pintada de un celeste muy claro, extendió su mano en la que tenía una lanza y dijo unas palabras en una lengua extraña y Huan el caballo se calmó, quedó como hipnotizado ante el hombre pájaro, quien golpeó con su lanza el suelo haciendo sonar diminutos cascabeles que colgaban del arma. Jheak no sabía que pensar, se había olvidado de todo y miraba a su alrededor, lo tenían rodeado de luz.

–Jao es mi nombre – dijo el hombre pájaro y volvió el silencio.



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