Capitulo II: La misión

La sangre y la tinta azul del joven Tamkar corría por su brazo, habían terminado de tatuarle una especie de sol que llevaba unos rayos ondulados y tres puntos al centro, que según le había explicado al tatuador, cada punto representaban a los miembros de su familia.  A dos de ellos los había perdido capturados y desaparecidos por los Ultraks, eran su padre y su hermano mayor. Su hermana Giant, la única familia viva se prepara junto a él para partir a una nueva misión.   Habían sido encomendados en conjunto a otros seis jóvenes, entre ellos Jheak,  a marcar la zona del avistamiento de los hombres pájaros, explorar la zona y establecerse por tres días en el lugar para tratar de hacer contacto con ellos.  Tenían dos días para preparase y partirían antes del amanecer.

Este era el resultado de la reunión con los Yoltaks quienes vieron como una muy buena noticia el avistamiento de los hombres pájaros, creyeron ciegamente en lo que les contó Jheak, dijeron tener otros antecedentes que debían descifrar. Extraños sueños que habían tenido los tres viejos, pero que sin duda eran buenas noticias, rieron y celebraron en silencio.     

Tamkar tenía un dibujo de los hombres pájaros, confeccionado con los relatos de Jheak.  También llevaba un croquis a modo de mapa y carta de navegación.  Era zona de Ultraks y el tiempo mejoraba en el lugar, pero debían llegar y trabajar durante el día y en las noches protegerse, irían a caballo y  sabían que el viaje no era muy largo, duraba cerca de cuatro horas y la aldea de la comunidad quedaría debilitada eso tres días, pero decidieron por votación en consejo, que el riesgo era estrictamente necesario.  Todos irían bien armados y con la bendición de los Yoltaks.  Podían encontrarse con las bestias y podría darse las primeras batallas, para la cual se había preparado fuertemente.  Seguros de sí preparaban el viaje.
    
                Todos saben en la comunidad, un poco de cómo serían las bestias a las que enfrentan. Todos ellos escucharon historias desde niños. Sus padres les contaban historias que los alejaban de poner un solo pie en el bosque frío de Ridú. Así contaban que los Ultraks  en su estado primario eran seres silenciosos y que vivían mayoritariamente en cuevas  bajo el suelo,  que habían cavado ellos mismos hace muchos años.  Estas cuevas estaban por debajo de las raíces de los árboles, esquivando las grandes rocas, los túneles eran reforzados con mezclas de arcillas y pedazos de troncos arrancados del bosque frío.  Los jóvenes de la comunidad se imaginan como la humedad se cuela entre las paredes, donde a ratos escurren hilos de aguas de las paredes, entre las arañas cangrejos y babosas. Conviven también con ratas y otras alimañas que a su vez les sirven de alimento.  El olor dentro de esas cavernas,  según cuentas los viejos Yoltaks, es insoportable para los humanos, así que no existe mayor información, muy pocos han entrado en las profundidades de estos lugares.  Nadie sabe  cuánto de todo lo que se dice, es verdad.

Estos misteriosos animales son parte de una historia muy bien contada, muy bien urdida, pero a veces para los jóvenes kitanitas eran eso, solo historias, por que muy pocos habían visto algo. Lo que si sabían y en eso no tenían ninguna duda, es que su gente desaparecía o era asesinada, desmembrada en las cercanías del bosque y ellos darían caza y estaban convencidos de acabar con esa amenaza.  Algunos los más tocados en desgracias personales como Tamkar, estaban convencidos de morir matando Ultraks, el triste joven había hecho un promesa y se preparaba fuertemente para dar caza y aniquilar a las bestias, según el mismo decía y repetía en su mente una y otra vez.  Era hábil con la espada y muy fuerte, una inteligencia y agilidad que muchas veces las conducía la rabia, pero era un sujeto muy amable con sus hermanos de la comunidad y en especial con su hermana.       

     Otra historia contaba que estos seres, podían transformar en grandes bestias, una especie de animal con cuernos en la espalda y duras escamas que protegía sus costados. Una mezcla de los antiguos lobos y alguna especie de reptil. Dicen que sería el resultado de una brujería, un conjuro del Yoltaks negros de las primeras eras.  

Hay algunos antiguos libros de leyendas,  que cuentan que transformados o en esa condición animal, contenían en su interior pequeño microorganismos que infectaban a la víctima para dejarla sin voluntad, estos microorganismos se desplazaban en el aire y podían permanecer fuera por algunos minutos, hasta introducirse en la víctima atravesando la piel, estos parásitos estarían conectados entre sí generando una gran masa, los Ultraks no podían tampoco controlar esta masa, pero les permitía dejar inactivas a sus víctimas para así despedazarlos con sus dientes y garras.  Estos perros eran portadores de estos parásitos, pero a ellos no los afectaba, algunos decían que en realidad les daban más fuerza, vivían en una especie de simbiosis.

     En la aldea dos mujeres cuidaban a un hombre que según los Yoltaks estaba infectado de Lek, una palabra antigua que ocupaban los ketanitas para referir a parásitos en general.  El hombre estaba sin voluntad, pero respirando. Sus venas engrosadas y oscuras se podían ver a simple vista.  Lo encontraron en el bosque un día y se dice que pudo ver frente a frente a una bestia, quien le había alcanzado de un mordisco amputado su mano derecha casi a la altura del codo y había perdido parte de su rostro incluyendo parte de su boca, de un zarpazo.  Solo los viejos y las mujeres se acercaban a ese hombre, pero los Yoltaks que no acostumbran a mentir y hablar por hablar, habían confirmado esta historia, aunque el hombre no podía contestar preguntas, ni decir nada, solo estaba ahí despierto eternamente, suspendido en el tiempo y envejeciendo.

Los mejores Yoltaks de todo el pueblo ketanita habían intentado sus medicinas y conjuros para eliminar los supuestos parásitos, pero no habían podido con ellos.   

Tamkar creía cada cosa que se contaba, había leído cada leyenda y había escuchado todas las historias, se había preparado con los Yoltaks en algunas técnicas de curación.  Sabía tanto de plantas y árboles como de espadas.  Él y su hermana guiarían la misión, los dos como uno, compenetrados, como si fueran uno, pero viendo el doble, pensando el doble.  Ya lo habían hecho antes en los entrenamientos con los Yoltaks desde muy niños.   Tamkar y Giant estaban listos. 


***

     Partieron temprano, ninguno demostraba ni un atisbo de miedo o duda, se despidieron de sus hermanos que quedaban en la pequeña aldea y avanzaron con el sol recién alumbrando el hielo de las cumbres.   Avanzaron despacio, se turnaron la avanzada y la retaguardia durante las dos primeras horas.  Un pájaro sobrevoló sus cabezas alertándolos, pero era un pájaro conocido, un unícolo rojo que los puso por primera vez alerta.  Giant incluso sacó su arco del estuche y lo puso más cerca de su pierna derecha, desabrochó también la vaina de su cuchillo.  
El sol terminó de salir y ellos ya iban a mitad de camino, hasta ese punto conocían bien el lugar, nada nuevo. Jheak no se había preocupado de guiarlos, más bien se preocupaba de cada actitud de su perro de caza que ahora lo acompañaba a un costado, Huan su caballo iba tranquilo lo que a le tranquilizaba también a su amo, conocía bien a sus animales.  Estaba completamente seguro  que Lok, su perro, le avisaría cualquier cosa extraña que viera u olfateara.  No le había costado convencer a Tamkar de llevarlo, avanzarían lento así que el perro podía ir con ellos.  Otra cosa sería, si cabalgan al galope en los caballos, que siendo tarpanes azules de montaña dejarían atrás a cualquier perro, no por su velocidad, sino por su resistencia.

 Lok detectó algo  dijo Jheak en voz baja.
  
Tamkar levanto la mano dando la señal de alto, nadie más se movió y se quedaron en silencio.  Todos agudizaron su vista, algunos se quitaron los pañuelos para poder sentir los olores del hielo.  Jheak miró al perro y luego en la dirección que el perro miraba.  A lo lejos, vio una sombra entre los árboles, escondiéndose.  El perro emitió un sonido entre gemido y gruñido.  Los caballos sintieron la tensión, se acomodaron como para salir corriendo tras de algo.  Los jinetes sujetaron bien las riendas, nadie más se movió.  La sombra no la vieron más.  
– ¿Vieron eso? –  preguntó Jheak.
–Yo lo vi –  dijo Giant.

Tamkar hizo señas con las manos y envió a tres de los muchachos, hacia su derecha a que se apostaran y apuntaran con sus flechas hacia el bosque.

–Jheak vamos – dijo el líder y miró a su hermana, quien entendió que ella se quedaría con los  otros los tres. Giant les ordenó vigilar el perímetro y la retaguardia del resto.

Jheak le entregó las riendas de su caballo a uno de los hermanos que quedaban, sacó su espada y le habló casi en un susurro a Lok quien no se separó de su lado.  El líder en tanto, avanzó adelante mirando a un punto fijo, pero alerta a su alrededor, ya no hacía mucho frío a esa hora, su espada negra empuñada con la izquierda era opaca y la llevaba sin ostentación.  Jheak lo siguió junto a su perro, que olfateaba entras las hierbas y la nieve.  Casi llegando al lugar se agazaparon un poco, tratando de mirar entre las ramas y fijándose en cada detalle, sin ni un ruido.  Lok ladró dos veces a un sector y dio dos pasos atrás, los dos jóvenes se pusieron alerta mirando hacia donde había ladrado el can, pero no veían nada.  El viento blanco se levantó del suelo moviendo las ramas de los árboles, haciendo que los jóvenes no pudieran escuchar los detalles, tampoco veían nada, el perro al parecer si, Jheak estaba seguro que el perro veía algo, y era algo a lo que temía, su cola y sus patas traseras estaban en posición de defensa. 

–Es un Ultrak– murmuró Jheak –¿Sientes el olor que trajo el viento?- preguntó 

Tamkar solo lo miró y avanzó hacia donde miraba el perro, levantó su mano en señal de ataque y la bajó de golpe apuntando hacia el lugar.  Los arqueros que cubrían soltaron sus flechas las que silbaron y se perdieron entre los árboles.  Tamkar sentía cada vez más fuerte un fétido olor a grasas y piel.  Ordenó disparar otra vez, esta vez se sumaron los otros tres y Jheak, todas las flechas se perdieron en el bosque.  El perro volvió a ladrar.  Tamkar ordenó con señas avanzar.  Avanzaron unos diez metros y el líder ordenó otra vez atacar.  Las flechas entraron entre los árboles, y se escuchó un sonido seco, una mezcla entre aullido y queja, y temblaron las ramas y Lok ladró con más fuerza. Los que estaban más cerca escucharon el sonido. Tamkar pensó en seguir tras él, miró a Jheak, y en el lenguaje de las miradas se transmitieron confianza y tranquilidad, Tamkar pensó en la misión. Ahora no estaban de casería.  Haciendo un círculo con su brazo en alto,  ordenó a la patrulla reunirse.   
                
Todos se acercaron, mirando siempre hacia al bosque a cada paso.  Lok seguía mirando, pero ya sin ladrar.

Tamkar preguntó.  ¿Alguíen logró ver algo más? –

Uno de los muchachos,   hijo del mayor de los  Yoltaks se acercó más, diciendo  Pude ver una pequeña luz y sentir el ruido de una flecha hundirse en algo vivo, es alguna clase de animal grande, por su olor debe ser carnívoro y se había alimentado hace poco, todavía siento el olor a sangre y carne fresca.

– Nuestra misión es hacer contacto con los Deltors  así llamaba Tamkar a los hombres pájaros, reviviendo la antigua leyenda  No deberíamos perseguir bestias por el bosque, pero debemos saber que algo nos persigue, quizás nos acecha y puede que ahora esté herido.   Quizás lo ahuyentamos, pero también puede ser que de alguna forma, pida ayuda.

No hablaban de los Ultraks, pero todos pensaban que podía ser uno de esos, aunque ellos cazaban de noche y en el día dormían en sus cuevas, o al menos eso decían las historias.

 Seguiremos, ahora más atentos. Me quedaré atrás con otros dos. Tú Aley  Apuntando al muchacho que había hablado -  Tú iras a mi lado.  

 Yo iré delante con Jheak  dijo  Giant.

La patrulla estaba conformada por doce ketanitas, todos ellos confiaron en sus líderes y sin titubear, volvieron al camino, montaron aquellos que habían desmontado y se pusieron en marcha otra vez.  No era al azar el número doce, las triadas eran comunes en la organización de las tribus ketanitas.  Tres Yoltaks como ancianos de la comunidad, tres líderes jóvenes.  El pueblo había entendido que las dualidades generaban mayor conflicto, que separaban a los grupos que terminaban abanderándose por un extremo o el otro.  Sabían ya por experiencia, que sin embargo las triadas resolvían mejor los problemas. Con Tamkar y Giant era distinto, algunos hablaban y decían que el tercero entre ellos era su propio padre, que los guiaba como una alma que había alcanzado las luces eternas y que podía seguir comunicado con sus hijos.

     

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