Capitulo II: La llegada
Al otro lado del bosque de Ridú cruzando
los Filos de Hielo estaba la aldea donde Jheak había visto dibujos hechos en
cueros y rocas, dibujos que hablaban de hombres pájaros, surcos en la rocas en un
lenguaje que él no entendía, pero que con la ayuda del Yoltaks habían podido
interpretar. Todo esto le pasó por la mente como un rápido recuerdo, mientras
veía inmóvil como los hombres pájaros ahora se disolvían en medio de una intensa luz. Cuando la luz se desvaneció el joven cazador
pudo moverse en la oscuridad absoluta. Sintió los respiros de Huan y así pudo
acercarse a él, estirando las manos hasta tocar su pelaje. Todo esto en lentos movimientos, como si estuviese todavía en un sueño. Montó al animal, quien con la memoria o con
el olfato, se puso en marcha. Jheak no veía nada, solo se agachaba esquivando
ramas cuando ya estaban muy cerca.
Varias veces estuvo a punto de caer, no le quedaba más alternativa que
confiar en los sentidos de Huan. Mientras viajaba en la oscuridad, pensaba a
quien debía contarle lo que había visto y sentía una emoción extraña de
entusiasmo y miedo.
En la
comunidad creían que toda esa historia de los hombres pájaros, eran antiguos mitos
que se les contaban a los niños o que creían los antiguos para mantener la
esperanza. En lo que si creían los
jóvenes, es en los Ultraks, ya que tenían evidencias de su existencia, aunque muy
pocos los habían visto en su vida y estaban vivos, muchos si habían visto los estragos que
estos causaban, las muertes que dejaban a sus paso, el camino de sangre, las huellas en el barro y las motas de pelos
malolientes que dejaban enredados entre las ramas de arbustos, pero de los
pájaros, de los hombre pájaros no habían visto nunca nada. Jheak era ahora el único en saber algo de
ellos en muchos tricenios. El joven no sabía a qué venían los pájaros, él solo
tenía una buena sensación. Sentía que le habían entregado un mensaje en un
lenguaje que no podía descifrar y que quizás no era el indicado. Sentía que no era un mal mensaje, no era una
mala noticia la que debía dar, pero tampoco era buena. Tuvo mucho tiempo para reflexionar de vuelta
a casa y pensó en pedir consejo a su maestro Yoltaks. El viejo Doltay, que era como su padre, le
diría como entregar la noticia de la mejor forma posible, aunque también
pensaba en realidad, que dejaría fluir las cosas con sinceridad, que él podía
explicar de tal forma los sucesos, que
sus hermanos lo entenderían y que la unión en la comunidad estaba intacta, por lo
que un suceso como esto solo los uniría, así que, pensaba en difinitiva, que debía confiar en la comunidad
y hablar abiertamente.
Jheak viajó
por horas montado en Huan, seguía impactado por las imágenes, pero de a poco recobraba energías, hubo minutos en
que dudaba de lo que había visto, y pensó en la posibilidad de alguna magia
desconocida para él o en algún tipo de ilusión o sueño que le habían incrustado
en su cabeza. En momentos, dudaba si contar lo que había pasado. Este tipo de ilusiones las podía generar la
corteza del árbol del Ridú, pero solo si se tomaba el agua en la cual se
hervía, quizás algunas esporas de hongos también podían generar este tipo de
cosas, pero él no sabía bien. Le
interesaba el estudio de las especies del bosque y Doltay le había enseñado
mucho y también habían experimentado con algunas de estas cosas, pero nunca estando de cacería cuando se necesitan
todos los sentidos alertas, era un riesgo estúpido e innecesario en medio del
bosque. Ya era un riesgo el solo hecho
de salir de cacería.
– ¿Quién Anda?
– escuchó en la oscuridad, que en ese momento, ya no era la de
antes. Sus ojos se habían acostumbrado . El joven Jheaks escuchó ladrar a
los perros y los reconoció en el momento, había llegado a la aldea.
– Jheak Doleck, hermano – dijo el joven con voz
clara, pero cansada.
– ¡Qué bueno
que llegaste! Estábamos preocupados, pero los viejos nos dijeron que te veían
bien y que traías buenas noticias. También nos dijeron que no era necesario ir
en tu búsqueda, que llegarías sin problemas. – dijo el joven guardia, apresurado y
contento.
– ¡Llegó!
¡Llegó Jheak! – gritó hacia la
oscuridad, mientras Jheak desmontaba y acaricia a Huan agradeciéndole.
En la
oscuridad, crepitaron unas antorchas y aparecieron con paso apresurado Delk,
Tamkar y Geint los tres hermanos mayores de la aldea. Aunque no tenían más de
siete trecenios eran los que intentaban liderar el grupo.
La comunidad era un grupo de jóvenes que habían dejado a sus familias hace muy poco, para combatir a los Ultraks. Los animales habían cobrado la vida de la mayoría de los adultos ketanitas, hasta casi no dejar hombres en las aldeas, ahora habían comenzado a llevarse a las mujeres y niños. En la actualidad eran cerca de veinte jóvenes y eran aconsejados por tres viejos Yoltaks. Vivían en una pequeña aldea al norte del bosque de Ridú en tierras bajas. Decidieron ponerse estratégicamente entre los Ultraks y la aldea ketanita de Noms. Hasta ahora, los jóvenes no habían combatido a ninguna bestia. Jheak se había unido a ellos a principios del tricenio.
La comunidad era un grupo de jóvenes que habían dejado a sus familias hace muy poco, para combatir a los Ultraks. Los animales habían cobrado la vida de la mayoría de los adultos ketanitas, hasta casi no dejar hombres en las aldeas, ahora habían comenzado a llevarse a las mujeres y niños. En la actualidad eran cerca de veinte jóvenes y eran aconsejados por tres viejos Yoltaks. Vivían en una pequeña aldea al norte del bosque de Ridú en tierras bajas. Decidieron ponerse estratégicamente entre los Ultraks y la aldea ketanita de Noms. Hasta ahora, los jóvenes no habían combatido a ninguna bestia. Jheak se había unido a ellos a principios del tricenio.
Jheaks saludó
a los tres jóvenes, quienes le ayudaron con el caballo y sus cosas, porque
aunque estaban a cargo o lideraban el grupo eran también serviciales a todos
los hermanos de la comunidad. Entraron en
la aldea rápidamente y apagaron las antorchas, solo dejaron prendidos unos
pequeños fuegos, que se confundían con las luciérnagas en medio de la
oscuridad.
– ¿Que te pasó
hermano? – dijo Delk
–Llamémos a
Doltay y a los otros viejos, creo que todos deben escuchar esto – dijo Jheaks
–Te ves
cansado Jheak – dijo Tamkar – deberíamos dejar esta conversa para mañana y dejarlo
descansar, pronto amanecerá, deberías comer algo.
–No sé si
pueda dormir después de todo esto Tamkar, y creo que después que les cuente a ustedes, tampoco
podrán cerrar los ojos. Preferiría
contarles ahora. No es muy largo de contar, pero si muy largo de analizar. Vi hombres pájaro, eran tres y uno al parecer, el principal, se llama Jao. No pude hacer nada, ni decir nada, alguna
especie de magia de luz me paralizó.
Solo sé que eran seres de luz, impresionantes, con una energía enorme,
poderosa. No sé muy bien como lo van a
tomar o qué pensarán ustedes, tampoco sé que pensar, es para mí un misterio,
estoy preocupado y esperanzado, los Yoltaks deben saber esto, ellos
podrán aconsejarnos.
Geint emitió un agudo silbido. El mismo joven guardia que habia recibido a Jheak apareció
entre la oscuridad segundos después. La
muchacha le encargó al oído despertar a los Yoltaks. Y el muchacho corrió en la
oscuridad.
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